El creciente interés global por la minería submarina, impulsado por los avances en robótica, cartografía informática y perforación submarina, ha despertado tanto promesas de lucrativas oportunidades económicas como preocupaciones sobre sus consecuencias medioambientales, de seguridad alimentaria, financieras y de biodiversidad.
Esta nueva fiebre del oro ocurre en respuesta al agotamiento de muchas de las reservas terrestres accesibles de metales y minerales, empujando a las empresas mineras de todo el mundo a explorar las profundidades oceánicas. Nauru, una pequeña nación insular del Pacífico, se ha propuesto liderar esta exploración, con la mirada puesta en los billones de dólares en metales que se estima yacen en el lecho marino.
El foco principal de la extracción son los nódulos polimetálicos, rocas del tamaño de una papa ricas en minerales como manganeso, cobre, níquel y cobalto, elementos esenciales para la electrificación del transporte y la descarbonización de la economía en el marco de la revolución tecnológica verde que busca mitigar la crisis climática.
Para extraer estos nódulos, se necesitan gigantes excavadoras submarinas que succionan, trituran y recolectan las rocas del lecho marino. A pesar del potencial económico, este tipo de actividad genera inquietudes sobre su impacto medioambiental, particularmente con respecto a la producción de residuos tóxicos y sedimentos que podrían dañar la cadena alimentaria y la biodiversidad marina.
Los críticos argumentan que la explotación submarina podría incluso agravar el cambio climático al liberar carbono almacenado en el fondo marino. Este hecho podría anular los beneficios de la transición a vehículos eléctricos y tecnologías de energía renovable.
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) es la organización encargada de regular estos recursos marinos. No obstante, existen dudas sobre quién se beneficiará realmente de esta nueva forma de minería y cómo estos beneficios se equilibrarán con la protección de la invaluable biodiversidad del lecho marino, esencial para la supervivencia del planeta.
A pesar de las preocupaciones, Nauru está avanzando en sus planes de minería submarina, en asociación con la empresa canadiense The Metals Company, para explorar la Zona Clarion-Clipperton, rica en metales.
Por otro lado, diversas empresas como BMW, Volvo Group, Samsung y Google han prometido no utilizar minerales de la minería submarina. El Parlamento Europeo ha pedido una moratoria sobre esta actividad, citando preocupaciones por su impacto destructivo en los ecosistemas marinos y la seguridad alimentaria de los países costeros.